¡Runnin' through hell, heaven can wait!

martes, 15 de mayo de 2012

Utopías sin vías


“Seremos capaces de vivir cada día como si fuera el primero y cada noche como si fuera la última” (El derecho del delirio, Eduardo Galeano).




El planeta Tierra se caracteriza por la diversidad de culturas, pensamientos y principios. Entre la cosmovisión podemos encontrar una diferenciación entre todo tipo de humanos desde sus principios hasta sus gustos. Aún así, hay algo que nos une a todos desde siglos, una pregunta sin respuesta: ¿para qué hemos venido a este mundo? Grandes filósofos y pensadores han buscado una aclaración sin llegar a una conclusión válida, lo cual rectifica su complejidad.

La religión católica nos declara que todos venimos a este mundo a cumplir un propósito: así pierdas tu familia en un accidente, nazcas con una discapacidad cerebral o hayas asesinado a cientos de personas, tienes un propósito en la vida. ¿Suena muy lógico, cierto? Si venimos por un propósito debemos también tener un sueño. Un ser humano compone sus sueños con frecuencia en su etapa de crecimiento, en ella, y gracias a los medios, las masas, los estereotipos y convenciones sociales fomentan una especie de deseos a cumplir en un determinado tiempo para así llegar a la felicidad y, con ello, cumplir un propósito en la vida.

El sentido de la vida seguirá siendo un incógnito por muchos años más. Sin embargo, hay escritores y artistas que se han dado la tarea de recrear un mundo mejor para todos, una comunión donde los sueños sean logrados por todos los que lo deseen: una utopía. Artistas como Jhon Lennon en su canción Imagine o Queen en Who wants to live forever han hecho soñar a miles de personas con un mundo ideal según lo que es considerado propicio para todos lo que deseen estar ahí. En contraparte, Danny Boile, director escocese, en su grandiosa película Trainspotting nos da una mirada más cruda de lo absurdo de buscar un sueño proveniente de lo que es bien o mal para la sociedad. David Fichtner en el Club de pelea se encarga de criticar el actual accionar de los seres humanos.

En la literatura, donde haremos más énfasis, encontramos a un gran escritor latinoamericano como Eduardo Galeano. Él, en su libro El derecho al delirio marca una línea clara en lo que es su utopía, su mundo imposible; pero mundo al fin y al cabo. El creador de Las venas abiertas de América Latina y Memorias de fuego entre otras obras literarias, siendo estas dos sus más conocidas, recrea un mundo a partir de sus sueños más deseados. 

Todos los humanos constantemente accionamos con el deseo de una recompensa a futuro, y nuestros sueños cambian y se transforman cada día. Para los que no conocemos la obra de El derecho al delirio podemos disfrutar un fragmento relatado por el mismo Eduardo Galeano en el programa “Singulars” del canal español TV3. “El televisor dejará de ser el integrante más importante de la familia” es un ejemplo de la narrativa usada por el uruguayo; allí menciona aspectos muy variados: desde lo absurdo de los pequeños placeres de la vida hasta crítica el ejercer de los gobiernos actuales. 

La idea que describe Eduardo Galeano es muy clara. No es un autor que se dedique a la falsa literatura como lo es la del crecimiento personal: no quiere hacerle creer a sus lectores que si luchan por sus sueños algún día se van a cumplir. Por eso se denota de manera clara que es solo una utopía. 

Hay una gran diferencia entre soñar por algo que desea cumplir y por el cual está en continua búsqueda o un sueño utópico que solo sirve para recrear y pensar en un futuro con base en lo ideal, pero conscientes de que no será posible. La primera genera frustración e impotencia cuando la meta no se cumple: algo muy común en los humanos. La esperanza que genera un sueño muchas veces se derrumba y con ella llegan consecuencias negativas en el choque con la realidad.

Pero no todo es tan perfecto en el momento de describir un sueño. Por ejemplo, y retomando, Trainspotting maneja una crítica a la búsqueda humana de sueños a lo largo de la vida: “Elige la vida, elige un empleo, elige una carrera, elige una familia, elige un televisor grande…  elige tu futuro, elige la vida. Pero, ¿por qué iba yo a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida, yo elegí otra cosa. ¿Y las razones?, ¡no hay razones!” Este pequeño fragmento es el inicio de la película escocesa. En el desarrollo critica el estilo de vida de las personas al buscar algo que la televisión nos muestra; los sueños dejan de ser internos y pasan a ser una convención grupal.




La complejidad de la pregunta del para qué venimos a este mundo ha generado diversos puntos de vista, unos más optimistas que otros. Eduardo Galeano sorprende con un discurso categórico y con un toque personal muy notorio. Refleja en sus labios –la entrevista en TV3- un dolor a lo que menciona. Él más que nadie sabe la profundidad de cada frase; está cansado de este mundo tan injusto y su desahogo es plasmado en unas hojas.

"Seremos imperfectos, porque la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses". En estos cinco minutos donde expone ese fragmento encontramos frases  muy delineadas y hasta con una necesidad de percepción más alta a una común. Son tan sabias estas palabras que el mismo Eduardo Galeano las escribió con la condición de que no pasaran de una utopía; son palabras que en su unión parecen ser de un mundo imaginario y al mismo tiempo nos pone los pies en la tierra.

Qué bueno sería caracterizar los sueños sin esperar nada de ellos; qué bueno sería formarnos con base en lo que soñamos y no a lo estigmatizado por la sociedad. La búsqueda de un sentido a la vida es algo desprolijo; la búsqueda de encontrarse consigo mismo no lo es. Sería mejor si todos se encontraran antes de encontrar a la televisión o a una moda: los sueños los pone cada uno, no una sociedad. Eduardo Galeano crea una obra maestra y deja mucho que analizar. Una utopía que no pasa de ahí; está estancada y por eso es más valiosa.
El sueño en los seres humanos es muy importante, pero no lo es todo: depender de ellos causa grandes fracasos. Quizás esto último parezca muy ambiguo -es muy cierto-, pero, ¿acaso el sentido de la vida no lo es?

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